Cuando lo vi rozarle la mejilla con el fuete,
supe lo que yo tenía que hacer.
Inés Arredondo, Las mariposas nocturnas.
Escribir sobre la obra de Inés Arredondo implica una tarea reflexiva, contemplativa y silenciosa, pues sus cuentos, aunque breves, gozan de un simbolismo profundo y oscuro, donde el hilo narrativo se torna cada vez más mudo y los personajes alimentan su propio misterio, pues “Las mariposas nocturnas”[1] es un cuento en el cual se abordan temas controversiales de una manera delicada y sutil.
Arredondo nos narra desde lo perverso, exponiendo al lector a una historia ubicada entre los años 1900-1930, donde el espacio narrativo se construye mediante la mirada de Lótar, un personaje homodiegético dentro de la historia, el cual nos narra a detalle la vida “amorosa” y voyerista de Lía y Hernán.
El cuento comienza con Lótar, trabajador de Hernán, que se encuentra a la espera de que Lía, profesora de quinto y sexto año, termine de calificar los trabajos de sus alumnos para poder acercarse a conversar con ella con la intención de organizar una reunión en secreto con don Hernán —dueño de una hacienda y quien da soporte económico a la escuela en la que trabaja Lía—. El acercamiento es lento, sutil, amigable, como una fiera a punto de devorar a su presa.
En primera instancia, Lótar arriba cada día a la escuela de Lía en un carruaje lujoso —“bugi”[2]—, esto con la intención de mostrar el poder económico y así seducir poco a poco a Lía. Pero, fue mediante el transcurso del tiempo en el que Lótar descubre que Lía no siente una atracción por los lujos, sino por los libros, tal como se describe a continuación:
“Me gustaba visitarla. Comencé a prestarle libros, que devoraba. Tragedias griegas, novelas de Musset, de Jorge Sand… en fin, todo lo que se me iba ocurriendo; libros de arte, de viajes”.[3]
Y podemos notar el amor de Lía por la lectura:
“Su cara ovalada, de cutis muy fino, se ensombrece o se ilumina conforme va leyendo”.[4]
Los días continúan, y la relación entre Lótar y Lía comienza a rendir frutos para que la reunión con don Hernán se realizara; hablan sobre los lujos de la “casa-hacienda”,[5] donde hay una biblioteca; un lugar dedicado a animales exóticos, etc., y, finalmente, entre las conversaciones, Lótar descubre que Lía no tiene padres y que ella vive sola a sus dieciocho años de edad.
Hay que destacar que, al inicio del cuento, Lótar hace una breve descripción sobre los gustos de don Hernán: “Era extraño porque a él le gustaban las adolescentes. Ésta tenía como dieciocho años”.[6] A continuación se revelan las verdaderas razones por las que Lótar insistió en “persuadir” a Lía respecto a Hernán, Lótar pregunta lo siguiente:
“—¿Eres virgen?
—Sí.
—Te ofrezco quinientos pesos en oro por tu virginidad. Dos horas de noche. Nada más. Nunca volverás a ser molestada ni nadie lo sabrá. No hay menor peligro de embarazo.
—¿Con él?
—Sí.”[7]
Pese a lo impactante de la escena, Lía se mantiene serena, tranquila, con total naturalidad, dándonos la impresión de que una oferta como ésta fuera de lo más normal en su día a día, pues, por el perfil económico de Lía, podemos suponer que era de la clase trabajadora, por lo que la garantía de que podría ganar dinero por dos horas de su tiempo, resultaría benéfico para ella. Sin embargo, ella no acepta el dinero, al contrario, ella menciona algo interesante: “No quiero dinero, quiero ver la biblioteca y los cuadros.”[8] A lo que Lótar reflexiona dentro de sí poco después de convencerla: “Eso fue todo. Sin regateo con los padres. Sin llantos ni melindres.”[9]
En esta escena podemos notar dos cosas importantes: en primera instancia; Lía, pese a su situación económica encuentra un mayor placer en el intercambio cultural que en la propia idea de adquirir o ganar un capital. En segunda instancia, con las palabras mencionadas por Lótar —en especial la parte en que expresa: «Sin regateo con los padres»—, deja implícito que adquirir o comprar adolescentes para satisfacer a don Hernán era una actividad común que realizaban con personas del pueblo, aprovechándose de la escasez económica de los padres de familia que intercambiaban la virginidad de sus hijas a cambio de una buena cantidad de dinero, de ahí sus palabras: «Sin llantos ni melindres», haciendo referencia a que dichas disputas no serían necesarias con Lía.
Ella acepta la propuesta, y, a altas horas de la noche, Lótar y Lía viajan en el “bugui de un solo caballo para no llamar la atención”,[10] recorren el camino del pueblo en oscuridad, en compañía del sonido del galopeo del caballo, hasta llegar a la hacienda de don Hernán donde: “Todo estaba a oscuras menos una ventana del segundo piso, su ventana”.[11]
Ambos entran a la casa-hacienda, y Lía se maravilla de los lujos que rodean la casa; observa un viejo libro de viajes de don Hernán y conoce la biblioteca, donde aprecia los libros con calma, mientras, en un acto violento, Lótar la toma por la fuerza, arrastrándola hasta la habitación de don Hernán, ordenándole “que se desnudara totalmente y que se pusiera la bata blanca, inmaculada, que siempre se preparaba para estos casos”.[12] Lótar espera fuera de la habitación.
Era de madrugada, Lía y Hernán permanecían sin salir, a lo que Lótar demuestra preocupación, pues dichos encuentros con las adolescentes solían terminar “entre la una y dos de la maña, y ahora estaba amaneciendo, pero la puerta no se abría”.[13]
A estas alturas de la historia se nos revela un dato íntimo y personal de Lótar pues, como podríamos haber imaginado a un inicio; él no es un “sirviente”,[14] sino un amante: “Las reglas del juego habían sido rotas; reglas que yo no inventé, que simplemente asumí cuando era un adolescente”.[15] De estas palabras podemos apreciar que Lótar y Hernán comparten una relación amorosa y voyerista, en la que Lótar buscaba mujeres para Hernán, y así Lótar pudiera verlos a escondidas a través de un espacio en su habitación.
La preocupación de Lótar en esta altura de la historia resulta evidente, pues dichos actos eran “secretos”, sin embargo, en el pueblo se rumoreaba que Hernán hacía actos perversos con las adolescentes como menciona Lótar: “Se rumoreaba, sí; pero nadie lo había visto, por lo que atestiguaba la gente de fuera, pero en la casa-hacienda ningún sirviente había podido decir ‘yo lo vi’. Y ahora lo verían”.[16]
La puerta se abrió al amanecer, y Hernán menciona algunas palabras que cambiarán la vida de Lótar:
“—Lótar, esta es Lía…
—Pero…
—Es Lía porque no puede ser Raquel. No hay Raquel para mí. Me conformo con Lía para que viva entre nosotros.
—Sí. Dale los buenos días por su nombre.”[17]
A partir de aquí podremos ver algo similar a las novelas eróticas Las Venus de las pieles de Sacher-Masoch, o Historia de O de Pauline Réage, pues el intercambio masoquista amo-esclavo de entregar a una pareja, o hacer sufrir a la pareja mediante el voyeur es un dolor al cual se tiene que enfrentar el esclavo, y es en este punto en el que Lótar, comienza a notar cambios en Hernán:
Mientras lo bañaba en la tina caliente y después, entre mis manos, durante el masaje, estuvo totalmente ausente.
Lo que ocurre en las páginas siguientes puede resumirse en pocas palabras: Lía comienza una educación formal para ser presentada ante la clase social alta, comienza aprender otros idiomas, y emprenden un viaje a diferentes partes del mundo, donde Lía ofrecía a otras mujeres a don Hernán, y, ya al final de la obra de regreso a la casa- hacienda Lótar nos cuenta un poco sobre el final de la historia:
“Esta vez, como las otras, Lía, desnuda, parecía una estatua. Él le abrochó al cuello un collar de esmeraldas de las compradas en el viaje. Comenzaba el rito acostumbrado. Pero cuando, con otro collar en las manos, se acercó a ella de frente, para colocárselo, la estatua se movió intempestivamente y sus brazos rodearon a don Hernán atrayéndolo hacia sí. Hubo un momento infinito en el que no se movieron, luego él la rechazó con violencia haciéndola caer hacia atrás. Ya firme sobre sus pies, ella lo miró con una mirada seca, despreciativa, se arrancó el collar y se lo arrojó a la cara. El golpe lo encegueció y se tapó los ojos con las manos. Se repuso casi de inmediato y rápidamente fue al lugar donde dejaba el fuete al acostarse, y corriendo con él en lo alto atravesó la habitación lleno de ira. Ella seguía ahí, como una estatua resplandeciente. El fuete en alto estaba a la altura de su cara. Luego, el brazo que lo empuñaba cayó desgoznado. Se quedaron otra vez inmóviles, petrificados. Mucho tiempo después él dijo, con la voz autoritaria de siempre:
—Vete a dormir.
Debo reconocer que Lía me devolvió mi lugar en aquella casa. Sólo yo la vi salir aquella noche, erguida, sin nada en las manos, por la puerta principal.”[18]
De esa manear termina “Las mariposas nocturnas”.
Comentario final
Ahora, ¿qué podemos notar con esta conclusión?, en primera instancia, Lótar, la pareja de Hernán, nos cuenta a lo largo de la historia sobre su forma ritual voyerista de adquirir mujeres jóvenes para Hernán, hasta la llegada de Raquel (Lía), que, como su propio nombre indica, llega a ocasionar un lío en la vida de esta pareja homosexual.
Una pregunta que nace dentro de esta conclusión es: ¿por qué don Hernán acepta a Lía como una más de la familia? La respuesta se debe a la personalidad de Lía, pues ella, a diferencia de las demás jovencitas, y aparte de no tener familia, es la única jovencita que no iba detrás del dinero de don Hernán, pues, a un inicio, lo que a ella le interesa es conocer la biblioteca de don Hernán, este aspecto que resulta atrayente para don Hernán, es lo que la hace formar parte de la familia hasta el final del cuento en el que Lía termina saliendo de la casa sin nada entre las manos, volviendo a su vida antes de Hernán.
Es interesante resaltar que en la obra de Arredondo la figura masculina pareciera estar rodeada de perversiones, como es el caso, por ejemplo, en cuentos como: Sombra entre sombras; La sunamita; Mariana, los cuales son cuentos que muestran esa parte oscura y represora de los hombres, mientras que la forma femenina de sus personajes pareciera ceder a las perversiones masculinas en lugar de encararlas (como Lía a don Hernán). Pero lo que es claro, es que, si estemos de acuerdo o no con las visiones de Inés Arredondo, es que ella recalca de manera cruda la forma de vida en el México del siglo xx, lo cual, a pesar de ser oscuro, refleja una realidad que al día de hoy continúa, es decir: cómo los grupos de poder como don Hernán abusan de familias de escasos recursos; cómo la mujer aparentemente no tiene voz ante esa situación; y temas como éstos son lo que mantienen su obra vigente y contemporánea.
[1] Las mariposas nocturnas es un cuento que forma parte del libro Río subterráneo.
[2] Inés Arredondo, Estío; Las mariposas nocturnas, selección e introducción de Ana Clavel, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2021, p. 19.
[3] Ibid, p. 20.
[4] Idem.
[5] Idem.
[6] Ibid., p. 19.
[7] Ibid., p. 21.
[8] Idem.
[9] Idem.
[10] Idem.
[11] Idem.
[12] Ibid., p. 22.
[13] Ibid., p. 23.
[14] Idem.
[15] Idem.
[16] Idem.
[17] Ibid., pp 24-25.
[18] Ibid., pp. 48-49.