Mia Mello Gypsy Da Silva Goth es hija de un canadiense y de una brasileña. Durante su infancia su abuela, la actriz Maria Gladys sugirió a Mia dedicarse a la actuación, sin embargo, a un inicio optó por el modelaje, de esta manera, a sus catorce años probó suerte como modelo, carrera que abandonaría seis años más tarde para dedicarse a la actuación y será en esta nueva profesión donde alcanzaría mayor reconocimiento. Mia Goth es una actriz de método, debutando como actriz a sus veinte años en la película Nymphomaniac Vol. 2 (2013). Mia es a su vez una de las actrices más populares del momento, de quien se ha dicho ser la actriz que sólo hace películas buenas y de quien se ha comparado con estrellas del cine de terror tal como menciona el director italiano Luca Guadagnino quien la compara con Shelley Duvall, icónica actriz de los años 70.
He decidido escribir un poco sobre Goth tras ausentarme durante seis años en lo que respecta a mi gusto por el cine, pues da por casualidad que hace meses decidí ver una película de la cual se habla constantemente en grupos de fanáticos por el cine de horror, se trata de la aclamada Pearl (2022), obra de terror psicológico donde el papel protagónico es de Mia Goth.
Vi por primera vez a esta actriz alrededor del año 2015 por su participación en la amada —y odiada— Nymphomaniac Vol. 2 de Lars Von Trier, creo que sobran palabras para decir lo mucho que me enamoré de su actuación en esta cinta; su cuerpo delgado, su mirada fría, su corazón fiel y transgresor cautivó mis sentidos hasta el final, sin embargo, pese a lo grandioso de su actuación, es posible que su participación en Nymphomaniac no sea del todo recordada por parte de la mayoría de los espectadores, debido a que la última hora de la película fue censurada por un polémico diálogo alusivo a Hitler, por tal motivo la audiencia sólo fue capaz de contemplar en cines las primeras dos horas de una película que dura en principio tres —sin contar el volumen 1—, y es precisamente en esta última parte de la película donde P (Mia Goth) hace su glorioso debut como la chica indefensa, problemática y rebelde que será adoptada al final de la película por la protagonista Joe (Charlotte Gainsbourg), esta última parte titulada “The gun” no llegó a cines convencionales, ni a las plataformas de streaming lo cual no sólo deja inconclusa a la película en sí, sino, que da un mensaje totalmente diferente, a su vez, deja un montón de cabos sueltos. Para quien guste ver y disfrutar la película completa puede hacerlo al adquirir el DVD original sin censura o verla en festivales de cine.
A pesar de su destacable papel como P en Nymphomaniac, Mia continuó actuando en películas con temática thriller, participando en obras destacadas como el remake Suspiria (2018) de Luca Guadagnino, Hight Life (2018) de —la polémica y genial— Claire Denise, el thriller de ciencia ficción The Survivalisentre (2015) la comedia romántica Emma (2020), entre otras. Sin embargo, Mia tomaría mayor popularidad tras el estreno de Pearl (2022) dirigida por Ti West, y coescrita por la misma Mia Goth.
Pearl es una película de terror psicológico ambientada en el año 1918 donde se aborda la historia de una chica que vive con sus padres en una granja lejos de la ciudad, Pearl (Mia Goth), al estar cansada del ambiente familiar, anhela con ser una superestrella y dejar de lado su vida como campirana. A lo largo del film veremos las múltiples personalidades y fantasías de Pearl, quien nunca logra conseguir lo que quiere y en consecuencia —a manera de consuelo—: asesina, aspecto que veremos en la secuela X (2022).
DE LA CARNE
La secuela de Pearl es X, ésta se ambienta [en 1979] sesenta y un años después de lo ocurrido en Pearl [1918], la trama se enfoca en un grupo de artistas independientes que buscan el éxito mediante el ascenso y popularidad de películas pornográficas —aspecto que se hacía mención en la precuela—. Dentro de este grupo participa la joven y sensual Maxine (que es a su vez Mia Goth) quien viene a representar, bajo mi interpretación, una manifestación carnal proveniente de los deseos y frustraciones del inconsciente de Pearl o en un término más adecuado: Doppelgänger, en español doble. Pues tanto Pearl, ahora una anciana, como Maxine —ambas Mia Goth, una joven y una anciana—, tienen como finalidad ser superestrellas. A pesar de llevar vidas con intereses similares, se puede decir que las pocas diferencias entre Pearl y Maxine son las siguientes: Pearl optó por vivir reprimida junto a su marido hasta hacerse mayores, es decir que repitió la vida monótona que su madre le advirtió, mientras Maxine escapa de casa por el hastío religioso de su familia. Pearl por una parte siguió su vida como de costumbre, mientras Maxine se atrevió por hacer un cambio en su vida, ésas serían las principales diferencias entre ellas.
La historia de X es meramente llamativa pues aborda temas como la libertad sexual, así como la lucha entre lo políticamente correcto y lo inmoral, caso contrario a Pearl, que pasa de la represión a la transgresión, de lo correcto a lo incorrecto. La propuesta del director con ambos filmes es meramente experimental, pues las dos películas parecieran ser totalmente opuestas, pero que a su vez son complementarias y rinden homenaje tanto al cine erótico-pornográfico de principios del siglo XX como a la época dorada del cine de terror.
Esta tendencia o propuesta por lo experimental ha tomado popular desde el año 2018 con cintas como Climax de Gaspar Noé, la ya mencionada Suspiria, The House That Jack Built de Lars Von Trier, Mandy de Panos Cosmatos, por mencionar sólo algunas. Pero de alguna manera desde el estreno de X y Pearl, el cine experimental, o de autor, se ha —podría decirse— renovado.
Ahora, algo que me ha encantado de la película X, es la forma en que aborda la temática del doppelgänger, pues es un recurso que no veía desde hace tiempo en una película, y que sólo he visto representado de manera magistral en la clásica Possession (1981) de Andrzej Zulawski. Sin embargo, nace la pregunta, ¿por qué es tan fascinante hoy en día ver la simulación en pantalla? La respuesta es simple, y es porque nos encontramos ante una época donde la identidad ha sido suplantada por un ‘otro yo’ [el ‘yo’ real, el ‘yo’ virtual], donde la lucha simbólica entre lo real y lo imaginario ya no es propio del inconsciente sino de lo difuso, borroso, y simulacral, lo cual es un problema hoy día, pues ni el consciente ni el inconsciente son capaces de distinguir lo que es real o no, éstos se confunden entre sí, pues tras el exceso de realidad, ya nada parece propio de la realidad y lo que permanece es la simulación; la interpretación de una posible realidad, aspecto a que voy a explorar —y reflexionar— en la película Infinity Pool (2023).
A LA SIMULACIÓN
Encuentro en Baudrillard una pregunta de interés respecto a la simulación: “¿Soy un hombre, soy una máquina?” a la que Baudrillard se responde de la siguiente manera: “Hoy ya no hay respuesta a esta pregunta. Real y subjetivamente yo soy un hombre; virtualmente soy una máquina.”[1]
Éste será el problema que se plantea en una película de terror y ciencia ficción que lleva por título Infinity Pool —Muerte infinita como se conoce en español— estrenada en 2023 y dirigida por Brandon Cronenberg, donde Mia Goth es un personaje relevante.
La película nos muestra a James Foster (Alexander Skarsgård), un escritor que al borde de un bloqueo creativo decide buscar inspiración en un país costero y turístico llamado Li Tolqa, donde la gente es fiel a sus reglas como a sus tradiciones, sin embargo, el bloqueo mental no es el único problema de James, sino, que otro inconveniente del protagonista es que no distingue su realidad, es más, no tiene recuerdos, no sabe ni lo más elemental de sí mismo, por tal motivo no ha logrado escribir la novela que tanto desea. Será que más tarde James conoce a Gabi (Mia Goth) la cual se proclama como una admiradora y que eventualmente se convertirá en su amante.
Conforme la historia avanza seremos espectadores de múltiples asesinatos los cuales se cometen por diversión, pues ¿qué pasaría si se pudiera culpar a alguien más por los delitos que se cometen?, o mejor aún, por los —hipotéticos crímenes— que hemos cometido.
Supongamos que asesinamos a alguien y se nos descubre, y no sólo eso, sino que el gobierno nos da la oportunidad de clonarnos por una considerable cantidad de dinero y que sea éste (el clon) quien se lleve toda la culpa, lo cual nos dejaría libres de dichos crímenes, sin embargo, por cada asesinato —regla propuesta por el gobierno—, algún familiar de la víctima tiene por derecho vengar la muerte de su ser querido, será así que el clon morirá sacrificado de manera violenta —vagos recuerdos al potlatch del que habla Lacan y Bataille—.
Cabe aclarar que el clon es una copia fiel no sólo física, sino que también lo es a nivel mental, pues todo recuerdo y toda memoria se le es transferidada a éste. Por tal motivo, en algún momento de la película el protagonista se cuestiona lo siguiente soy yo quien vive, o soy un clon que vive. Pues el protagonista ya no sabe si es su yo real o su yo falso quien está vivo.
Esto es lo que conocemos como una historia de body-horror, pues la posibilidad de que el cuerpo sea transgredido como un elemento fetiche o como un espectáculo no sólo abre las posibilidades a políticas transhumanistas, sino que a su vez nos acerca a lo que es un posible futuro, uno donde la clonación es posible y de pauta a cometer crímenes libremente sin sufrir las consecuencias de manera directa.
CONCLUSIÓN
Este tipo de ideas y de cine no es nuevo —aunque lo parezca—, pues ha sido representado magistralmente en los años 80s y 90s —o en tiempos modernos la maravillosa Crímenes del futuro (2022)— por el cineasta David Cronenberg, autor que ha llevado a la pantalla grande adaptaciones cinematográficas algunas de las novelas experimentales y surrealistas de J.B Ballard como de William Burroughs.
Cronenberg —a la par de ciertos filósofos y escritores— ha reflexionado sobre el cuerpo humano, viendo a éste como la mercancía por excelencia del capitalismo, véase la popularidad de aplicaciones como TikTok, donde el entretenimiento y la sexualización son el pilar de la aplicación.
Por lo que el éxito de Mia Goth no es de extrañarse, pues ella es la encarnación de esa simulación, de ese mundo de explotación y sexualización con la que el público puede sentirse fácilmente identificado, pues las películas en las que Goth participa, son el reflejo del deseo por ser algo más que sólo alguien que se dedica a sus labores cotidianas —Pearl—, que hartos de la realidad, fantasean en convertirse en una superestrella —X—, e incapaces de satisfacer dicha necesidad terminan por recaer a prácticas hedonistas desenfrenadas —Nymphomaniac—, sin embargo, ni con todo lo anterior logran sentirse reales —Infinity Pool—.
El cuerpo es la mercancía por excelencia, sí y siempre lo ha sido, sin embargo, en estos tiempos el cuerpo ya no es visto como lo era con anterioridad, pues el ser humano moderno, al carecer de un sentimiento real con su cuerpo, busca la manera de transgredirlo, y ¿por qué no?: entretenerse, como podemos ver en reels de personas que promocionan su cuerpo a cambio de likes. No es necesario que lo que vemos sea real, pues lo atrayente es lo ficcional, sin embargo hay quienes han modificado su cuerpo al grado de que parecen alienígenas, robots, o personajes de anime, pero ¿por qué es algo tan rentable economicamente para algunos?
El cuerpo al ser en origen sexualmente deseable, uno de los principales aspectos a destacar de la simulación es la de la sensualidad —o seducción—, la cual ha pasado de ser un objeto ritual, a un objeto de goce —por ejemplo los bailes populares que se hacen en TikTok, o las fotografías pornográficas de OnlyFans—, esto lo vemos reflejado en las relaciones íntimas que comparten a manera de rito James y Gabi tras la serie de asesinatos simbólicos en Infinity Pool, pues no sólo matan a civiles, sino, que una parte de ellos muerte tambien, es decir matan parte de lo real (su cuerpo, el cual se torna simulado).
El cuerpo simulado al imitar los instintos básicos del ser humano, es natural que tenga por necesidad matar. A todo esto, me gustaría hacer mención a la reflexión que Walter Cenci escribe sobre el cuerpo: “Hoy no sabemos qué hacer con él, si estilizarlo con dietas, deportes, masajes, refaccionarlo con cirugías, eliminarlo como en la anorexia, o todo junto como sucede en la telemática.”[2] Razón no le falta, pues las posibilidades que se tienen hoy en día —por ejemplo, las cirugías con fines estéticos— abren paso al verdadero body-horror, pues el cuerpo ya no tiene límites para ser transgredido, y que podemos transgredirlo ya sea por necesidad o por entretenimiento, la película Crímenes del futuro representa esta visión de una manera interesante.
Sin embargo, negar esta realidad la cual está sujeta a la evolución de la tecnología es absurdo, pues en algún momento la relación entre cuerpo y máquina será indispensable, y en algún punto inevitable, es como menciona Paul B. Preciado en su Manifiesto contrasexual: “La sexualidad es una tecnología hecha de máquinas, productos, instrumentos, aparatos, trucos, prótesis, redes, […] Es hora de entrar en la caja negra del sistema y de inventar una nueva gramática.”
El body–horror es inevitable, y Mia Goth lo encarna magistralmente en sus papeles protagónicos, de ahí su popularidad y frescura en pantalla, pues representa los temores del porvenir.
[1] Baudrillard citado por Walter Cenci en: Baudrillard y el cuerpo: Metamorfosis, metafísica y simulación. Nueva Eitorial Iztaccihuatl, México, 2018, p.15.
[2] Ibid. p.53.